TARDES UNIVERSITARIAS

Ahora que unicamente trabajo no tienen idea de cuanto extraño esas vueltas a la universidad.

Muchos dicen: "Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde", pero yo si lo sabía y cómo lo disfrutaba. 

A pesar de que la carrera universitaria elegida no fue de mi agrado, mis días en la escuela eran una mezcla de sufrimiento y placer.

Para aquel entonces mis horarios era variados, tomaba clases por las mañas y luego otras por las tardes. Cuando el turno matutino terminaba regresaba a casa, almorzaba, tomaba una ducha y me preparaba para partir. Salía de casa, en la esquina esperaba el primer autobús que debía tomar para llegar a la escuela, el centro de la ciudad era mi segunda parada. Llegaba a la universidad y caminaba sola por los pasillos, recuerdo que recorría esa explanada viendo hacia el cielo, demás jóvenes que iban apresurados, maestros y los arboles que marcaban el camino del campus, que en primavera se convertía en un viaje psicodélico deslumbrando con sus coloridas flores.

A veces la rutina era distinta, pero es curioso que lo mas impregnado en mi memoria fueran esos momentos que disfrutaba en soledad.

Llegaba a mi edificio, en el cual normalmente mi aula se encontraba en el segundo o tercer piso, el edificio no poseía elevador así que subir las escaleras se volvió mi ejercicio físico diario. 

Una vez ubicado el salón de clases dejaba mi mochila en el asiento habitual. Dentro habían algunos otros estudiantes reunidos conversando como de costumbre, parecía que se la pasaban bien, pero por mi parte, aprovechaba ese momento para salir del salón y esperar afuera mirando el atardecer desde las alturas. 

Recuerdo admirar todo la universidad desde ahí, respirar la brisa que soplaba y admirar a lo lejos la ciudad que se apagaba conforme bajaba el sol. 

¡Ah! Esas tardes universitarias, llenas de juventud, ánimo, sueños y esperanzas. No paraba de pasarse por mi mente la idea de algún día dejar aquella pequeña ciudad para mudarme a al centro del país donde yacía la verdadera vida ajetreada, llena de múltiples lugares para visitar, eventos en cada momento y personas, muchas personas por conocer.

Mis pensamientos vagaban, se iba y volaban perdiéndose en las nubes que se desvanecían con el ocaso, el sueño terminaba cuando alguien mas llegaba, o con el maestro que me llamaba desde la puerta para indicarme que era la hora de poner los pies sobre la tierra.  

-Ely C.

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